Mirando hacia atrás con ira (I)

El hecho de que en los acontecimientos que hemos ido contando aparezca alguien que de pronto se convierte en Comisaria de la UE, nos obliga ahora a añadir una visión un poco más internacional a la cuestión. Dejamos Valencia y a los incompetentes que la han dejado hecha un barrizal. Aunque no del todo porque hay más. No solamente hablamos de negocio, sino y, desgraciadamente, de política. Así que, nuevamente, vamos al lío empezando por el principio.

España, por su «privilegiada situación geopolítica» ha resultado ser un buen campo de pruebas para las naciones de su área cultural. Lo fuimos en 1936, cuando todos vinieron aquí a ponerse a prueba: unos, lo aguerrido de sus huestes y otros, su armamento. Cuando ya por fin España quedó hecha unos zorros, se dedicaron a darse de mamporros entre ellos durante los seis años siguientes.

Luego hubo 39 años de paz. No sé si de «ciencia», pero sí de paz y de neutralidad. Franco nos mantuvo alejados tanto de la bota comunista (le odiaban a muerte porque les venció militarmente) como de los tentáculos de los cinco ojos (vulgo anglosfera) aunque le tenían ganas, ya lo creo que sí. Ahora parece una chiquillada de unos cuantos; pero si los monárquicos que conspiraron siempre contra Franco hubieran tenido éxito en, digamos, 1945 y Juan III se hubiera sentado en el trono que dejó vacante Alfonso XIII, hubiéramos acabado siendo miembros de pleno derecho… de la Commonwealth.

Perdonen este proemio, pero que sirve para introducir la segunda de las ideas que yo quería transmitir. Después de tantos años de paz, comienza a surgir un espíritu europeísta. De haber sido más conscientes de las consecuencias, no hubiéramos ni entrado. No así, que yo siempre dije que entramos de rodillas y con los pantalones bajados. Lo cual, a su vez, fue consecuencia del europeísmo cateto que gastaba nuestra clase política de entonces. «Entrando en Europa todo irá mejor» se decían algunos. Vamos, que como cantaba La Trinca en su momento…

Entrez, entrez a la Communauté
Veureu, veureu què bé ens ho passarem…

Y nos lo pasamos tan requetebién que Felipe González no tuvo empacho en desindustrializar España on demand… aunque él y sus cuates lo llamaron reconversión (salvaje). Se destruyó prácticamente toda nuestra industria pesada (altos hornos, etc.), lo cual repercutió en empresas como la automovilística: ¿alguien se acuerda de los camiones de Barreiros? Como ya veníamos de la crisis del petróleo del 73, fue fácil colar que «estábamos en crisis» y que no se podía hacer nada. Por algo pudo afirmar un quídam que atendía por Luis Carlos Croissier, a la sazón ministro de Industria (1986-1988), que «la mejor política industrial es la que no existe». Naturalmente, hombre: si te cargas la industria, ¿qué «política industrial» vas a aplicar? Lo de cobrar por arrancar las vides en los fértiles campos de la Andalucía de entonces, un plus. Que, además, no repercutió políticamente (lo vendieron bien), lo que permitió que la trama sociata se estableciera allí durante 40 años (¿tantos como Franco? Huy…). Dame paguita y mi familia y yo seremos incondicionales «pa siempre».

Pues hala: ya semos europeos.

Colofón valenciano (y III)

Nos quedan un par de cuestiones más. La primera de ellas, una vez tenemos a Teresa Ribera bien colocada como comisaria, lejos de la cuchilla judicial, es que la otrora ubérrima huerta valenciana es hoy un barrizal; y dos meses después de la riada, lo sigue siendo. Que luego te enteres de esto no es sino añadir sal a la herida:

https://gaceta.es/espana/el-gobierno-de-sanchez-retraso-cuatro-dias-el-envio-de-especialistas-de-rescate-a-la-riada-en-vez-de-salvar-vivos-nos-mandaron-a-buscar-muertos-20250203-1206/

Esta cuestión merece algún comentario más en cuanto a beneficiarios. Como siempre, repito, es mi opinión y puedo aceptar cualquier otra siempre que esté fundamentada. Así que vamos al lío.

Es mi opinión que uno de los beneficiados directos de la catástrofe valenciana es… ni más ni menos que el Reino de Marruecos. Resulta incomprensible por varios conceptos, pero el único conceto decente que se nos ocurre es el de situación geográfica: es decir, Marruecos está más al sur de España (a la altura de las Canarias… a las que también quieren) y disfruta de un clima más benigno, según parece, para las frutas y las hortalizas. Con lo cual sus productos agrarios, teniendo salida, llegan antes a España y por tanto, llegan con poca o ninguna competencia. De otras razones otros hablarán más largo y tendido que un servidor

Menos comprensible es que nuestro ínclito Perro Sanxe se dedique a financiar la economía marroquí: venga a darles millones y millones. Incluso se va a gastar un pastón en un puente que va a unir a España con Marruecos mientras nuestros agricultores y ganaderos las pasan putas (que sí, que me caliento) para llegar a final de mes, en algunos casos teniendo que echar el cierre, con unos responsables políticos de la cosa a los que la palabra que mejor les define es incompetencia cuando no cobardía, irresponsabilidad o traición a la Nación. Y todo porque se han vendido al Mesías iluminado de Billy Puertas, el mismo que lleva tiempo promocionando su menú de insectos para pobres. «Claro», debe pensar, «como estamos preparando una hambruna de proporciones mundiales, de tal modo que sólo los muy ricos podremos comer carne, hay que dar una solución al populacho».

Para no alargar más la historia (la parte que falta la trataremos en una próxima entrada) y centrarnos en Valencia, quiero terminar aquí con un vídeo de una sesión en el pleno del Ayuntamiento de Paiporta. Las justas iras y reivindicaciones de una vecina contrastan con el silencio —toda una admisión de incapacidad— del consistorio. Y lo lamentable, como dice mi amiga Luisa (si ella me permite llamarla así) es que, como ella dice, «Ya hemos estado sin gobierno y no se notó en nada. Realmente no hacen falta». Y voy a remachar el clavo: ¿para qué queremos unos políticos que no se nota cuando están y cuando no están? Y me da lo mismo a nivel local, autonómico o nacional.

Y aunque más abajo del Turia algunos digan Català i home de bé, no pot ser, yo, catalán, quiero expresar ahora mis mejores deseos de que los paiportinos (y en general los damnificados de la riada/gota fría) tengan mejor suerte con unos nuevos consistorio y gobierno autonómico que se preocupen por ellos y no los dejen tirados… aunque la culpa no sea toda de éstos. Amunt València!

He aquí el vídeo:

Actualización febrero 2025. Creíamos que el tema valenciano se había acabado, pero no. Resulta extraño hablar del parecido, pero parece el mismo procedimiento que el usado en el verde norte, en «las Asturias de Oviedo»: hay una frondosa extensión de verde. Bueno, pues la quitamos pegándole fuego. «No son más que cuatro pinos y cuatro abetos. Y si empieza a haber protestas, se unta a los ecologistas y santas pascuas». Se suponía que esa tierra quemada no iba a servir para nada… hasta que nos enteramos de que se han plantado… molinos de energía eólica, que no sólo afean lo indecible el paisaje (al carajo los «estudios de impacto ambiental»), sino que además hacen un ruido («rrrrrrrrrr») que no deja dormir ni a los pocos pájaros que han quedado.

Grosso modo y con alguna brocha gorda, es lo que ha podido pasar en Valencia. Imaginemos la reunión. «Bueno, ¿y cómo lo hacemos?» es la pregunta del millón.
─Veamos… si por algo es famosa la región valenciana es por sus Fallas y por sus riadas, ¿verdad?
─Eeeeeh, sí, jefe.
─Bueno, entonces he aquí la cuestión: ¿provocamos una riada? Total, ¿qué es la huerta valenciana? ¿Cuatro tomates, cuatro pepinos y cuatro berenjenas? Nada que no se pueda eliminar porque ya no es lo que era. En cambio, nuestro proyecto va a dar nueva vida a la región y va a crear, según cálculos, 30.000 puestos de trabajo.

Lo que ese desaprensivo de proyectista quiere ignorar es que no es posible recolocar a los pobres campesinos que se han quedado sin medio de vida en la nueva empresa porque, en general, ya tienen una edad y no se manejan nada bien con lo nuevo. «Anda y que se jodan. Los viejos, al catre. Necesitamos jóvenes. Sangre nueva, vida nueva», sueña el promotor. Y mucho, mucho dinero público, faltaría mas.

¿Y de qué es el proyecto? Bueno, de esto:
https://www.elconfidencial.com/espana/comunidad-valenciana/2025-01-28/mazon-data-center-picassent-digital-valley-puig_4052749/

Quizá no exista relación entre que el proyecto fuera de Ximo Puig y que lo haya recuperado Carlos Mazón; pero poniéndonos en modo malpensado plus, da que pensar en hasta qué punto están de acuerdo el PP y el PSOE en las cosas importantes (en este caso, los negocios), ya sea a nivel nacional como regional. Eso sí: los pobres valencianets d’a peuque se jodan. Eso es lo que le importa al poder político el ciudadano al que presuntamente gobierna. En vez de comer tomates, pepinos y berenjenas, a partir de ahora los valencianos van a comer datos… que seguro que no alimentan, pero tampoco engordan. Hay que salvar el planeta… de estos desaprensivos.

Colofón valenciano (II)

Otra de las cuestiones que hay que tocar en este asunto es cómo ha llegado esta señora a ser Comisaria. Es verdad que hay un procedimiento para su elección; pero al parecer, éste puede retorcerse en cualquiera de sus fases. El hecho es que, reafirmada Von der Hexen en su sillón (cosa incomprensible, dada su incompetencia profesional y el viraje filocomunista de la UE), Uschi debió decirle a nuestra ínclita exministra Ich will dich an meiner Seite haben («Le quiero a mi laíco», como dicen que decía El Padre de su ínclito particular, Álvaro del Portillo).

Y aquí es donde la cosa se pone espesa: Teresa Ribera se convierte en Comisaria y de la cosa… con los votos a favor del PP, que es quien gobierna en la Comunidad Valenciana. Es de suponer que al Chino Pons, oriundo de la región y quien mece la cuna de Génova, 13, no le importó la flagrante incongruencia. Tampoco le importó jostidiar las posibilidades de repetir de Mazón (aunque éste, con lo que ya hemos visto, lo tiene crudo). Debió pensar: «Es una española y hay que hacer país. De paso, si negocio con los socialistas europeos, igual puedo arrimar un poco el ascua a mi sardina». Vete a saber qué negoció el Chino Pons con los rojelios europeos; pero sea lo que fuere eso que negoció, no ha redundado en beneficio de España, aunque también cabe que no cumplieran nada de lo prometido si no les convenía, cosa nada inhabitual en ellos.

Una tercera cuestión que surge es de nivel malpensado plus. Les pido que hagan un esfuerzo de imaginación e imaginen que alguien se dirige a Teresa Ribera y le dice, con éstas u otras palabras:

—Alégrate, ministra de Medio Ambiente, la UE está contigo.

Ella se turbó ante semejante saludo y se preguntaba qué podría significar esa visita.

—No temas, Teresa, porque has hallado gracia delante de la Comisión. Se te nombrará Comisaria de la UE y harás grandes cosas en ese cargo.

—¿Y cómo será eso, si sólo soy ministra nacional y no tengo experiencia en cuestiones europeas?

—No te tienes que preocupar de eso. El espíritu de la UE descenderá sobre ti y el poder de la Comisión te cubrirá con su sombra. Además, ahí tienes a Maleni Álvarez. ¿Acaso no vales tú más que ella? Si hubiéramos sabido de tu existencia no hubiéramos apoyado a Maleni. Ah, una cosa más. Para poder acceder a ese favor que se te hace, tienes que reventar la huerta valenciana.

—Pero… pero… eso es muy fuerte, ¿no?

—¿Quieres el puesto o no, eh?

—Claro, sí.

—Pues ya está.

—He aquí la esclava de la UE. Hágase en mí según tu palabra.

Y así es como pudo haber accedido Teresa Ribera a la Comisión.

Colofón valenciano (I)

No sabía cómo titular esta entrada, que podía ser el colofón de la serie Fets de València. Sin embargo, con alguna distancia respecto de los hechos, sí quería rematar la serie con algunos detalles que hemos sabido posteriormente y que creo que —esta vez sí— son el colofón adecuado para esa serie, respondiendo además a la pregunta acostumbrada de ¿en manos de quiénes estamos? Así que ahí va… y a quien Dios se la dé, San Pedro se la bendiga.

La pregunta que hay que hacerse es la de Cicerón, como casi siempre: Cui bono fuit? Evidentemente, no ha sido bueno ni para el Gobierno central (Perro Sanxe sale ahora a la calle con más escolta que ningún otro dirigente europeo), ni tampoco para el Gobierno autonómico, todavía presidido por Carlos Mazón. Pese al espaldarazo recibido por parte de Feijoy, como éste es gallego en ejercicio y non se sabe si sube ou si baixa, si ven ou si vai, nadie es capaz de predecir si le mantendrá en su puesto o si, en el último momento, le asestará el hachazo y prescindirá de él. Lo que sé seguro es que en Paiporta no van a dar ni pa ni porta a ningún político del PPSOE (con las consabidas excepciones de los tontos y los fanáticos).

Pero no nos desviemos del tema. Preguntábamos para quién fue bueno. ¿Quién podría sacar provecho de unos hechos tan luctuosos como los de noviembre pasado en Valencia? La lista, al parecer, no es muy larga. En mi modesta opinión, una primera beneficiada ha sido la exministra Ribera. La cosa tiene delito por un motivo: fue ella la que decidió, ¿mal aconsejada? por sus asesores ecolojetas (¿dónde está ahora toda esa gentuza, desaparecida supongo del organigrama del Ministerio?) que había que demoler presas, con la excusa (oficial) de que «eran obra de Franco», sin pararse a pensar que, a lo mejor, eran obras necesarias para aprovechar agropecuariamente el caudal de los ríos.

O quizá haya que enfocar la cuestión desde una perspectiva más política. Veamos. Para empezar, ¿qué es lo que hizo que Teresa Ribera se apuntara a las elecciones europeas del año pasado, seis meses antes del desastre? No tenemos ninguna duda de que fue una pifia. Acerca de cuál sea esa pifia nadie ha dicho nada, aunque podría ser la citada demolición indiscriminada de presas. También en Castilla-León; pero, para que vean la presunta accesibilidad de los políticos en RRSS, yo pregunté a García-Gallardo, hoy dimitido pero a la sazón Vicepresidente de la Junta y nunca recibí respuesta alguna. De eso, además, hablaremos en una próxima entrada. El caso es que alguien en el Ministerio debió de alertar sobre los negativos efectos políticos de esas demoliciones y a la ministra no se le ocurrió otra cosa que salir corriendo. Se conoce que prefirió que no la juzgara la Sala III (o la II) del TS. Y consiguió meterse en los puestos de salir. De la calidad de sus votantes, que la votaron por un bailoteo, mejor ni hablamos.

La siguiente fase es la que nos interesa, aunque ya nos adentramos en terreno de la política-ficción. Una vez dentro del Europarlamento, había que conseguir que Teresa Ribera fuera Comisaria. Preferiblemente, de la cosa (Medio Ambiente); pero si no, daba igual siempre que ostentara ese título. Siempre es mejor que te juzgue el TJUE: aunque pueda caerte encima el hacha, siendo Comisaria esa hacha puede tardar años en caer, que es lo que le interesa a esta tipa. Este año cumple 56 años; así, si una sentencia que le pueda caer por los Fets de València tarda 9 años (algunas sentencias del TJUE han tardado eso y más), ya le pilla con la jubilación a las puertas y se iría de rositas. Claro que también podría ocurrir que, blindada y enrocada en su posición de Comisaria, no llegara siquiera a plantearse una demanda contra ella.

Sobre los Fets de València (y III)

Finalmente, me queda mencionar a los carroñeros. Es decir, a esa gente que ve la desgracia colectiva como una forma de sacar provecho para sí o para sus organizaciones.

Empezando por el principio, tenemos aquellas organizaciones que en teoría están «para ayudar»… pero que al final resulta que se ayudan a sí mismas. ¿Por qué? Porque cuando tal vez harían falta manos y brazos, alimentos y otros enseres necesarios, ellos llaman a la puerta de tu casa y te piden que «te hagas socio» de su chiringuito. Es decir: te piden dinero. Como otras organizaciones, que dicen estar por la vida y la familia, pero con tu dinero, faltaría más. Un dinero que no sabes qué vericuetos va a recorrer ni en manos de quién va a acabar. Es como la tan manida excusa de «una limosnita para los negritos de África». Y después de cincuenta años de dar ese dinero, uno se empieza a preguntar: «Y con todo el dinero que se les ha dado, ¿aún no salen adelante?». Luego resulta que algunos de esos negritos sí salen adelante y son capaces de abochornar a todo un mandatario europeo de un país presuntamente más desarrollado. Lo de «a fin de cuentas, no somos Uganda» quedará para la vergüenza de nuestra política internacional. Los ugandeses, por boca de su primer ministro, respondieron adecuadamente: «A nosotros no nos ha tenido que rescatar nadie y nuestra economía está razonablemente saneada». Como ustedes son gente espabilada, ya saben a quién me refiero.

Pero ya me he desviado. Retomo el hilo. Luego, particularmente en el caso de la gota fría valenciana, están los que se apuntan a un bombardeo. Me refiero a esos indepens irredentos y apátridas que no se les cae de la boca lo de los Països Catalans. Hablan de los «germans valencians»… pero eso sí, desde la comodidad de su casa, sus pantuflas y su pantalla de ordenador. Son de la escuela Conde-Pumpido, de ésos que «no se manchan la ropa con el barro de las calles». Y así es: nadie les ha visto con una pala ayudando a quitar el barro de las calles, o distribuyendo la ayuda que llegaba de todos los puntos de España. Han hecho lo que mejor saben hacer: montar manifas contra un político por su color, creyendo que así podrían arrimar el ascua del odio a su sardina: «¡Mazón culpable! ¡Mazón al paredón! Fora el PP feixista! Visca els Països Catalans!». Ya saben: son gente que, venga a cuento o no, han venido a hablar de su libro.

Esta gentuza no se da cuenta de que los valencianos están hasta los cojones de todos ellos, con independencia de su color. Como decíamos en la entrada anterior, se escondieron todos, incluso aquellos de los que cabía esperar algo más. Los valencianos se saben solos y saldrán adelante, si Dios quiere, por sus propios medios. Porque ya lo dicen los propios ministros de ese «Gobierno del pueblo»: «El Ejército está para lo que está», que ha dicho la hormiga atómica (Robles), pero que lo podría haber dicho Marlaska (Policía) o incluso el Ministropiteco de Fomento. ¿Qué quiso decir con eso? Muy sencillo: que el Ejército «está para lo que está»… dentro de lo cual no se incluye el defender/proteger/ayudar a los ciudadanos, según la ministra. Por cierto: para la historia quedan también la chulería y el desprecio con que la hormiga atómica trató a unos vecinos de Paiporta que lo habían perdido todo. Ni un gramo de empatía.

Por si faltara algo, nuestro Perro Sanxe, tras su periplo indio, estaba generoso y anunció que se iba a abrir una línea de ayudas para esas personas que hubieran perdido su negocio o herramienta de trabajo. ¿Ayudas? En realidad, no. Son préstamos a devolver en tres meses, como las «ayudas» del korona. Imagino que, salvo los muy desesperados, habrá muchos que ya no picarán en esa trampa. Que, si me permiten, creo que una medida que sí ayudaría es que tanto Hacienda como la TGSS suspendieran temporalmente el cobro de sus cuotas a personas que pudieran demostrar ser autónomos y víctimas de la catástrofe, cuestión que creo no muy difícil de demostrar. Por lo menos, hasta que, como dice la frase consagrada, «vinieran a mejor fortuna». Pero una tal medida, tanto para Hacienda como para la TGSS, como se dice en los Concilios, anathema est. ¿De qué iban a dejar de cobrar cuotas a los autónomos la chula y desagradable Marisú y la idiota sectaria de Elma Saiz, eh? ¿De qué? Pues ya está.

Ah, noticia de última hora: parece ser que el presidente de la CHJ se halla en estos momentos en paradero desconocido. Dejo a ustedes determinar si es «casualidad» u otra cosa.

Hablando de «noticias», el papel de la prensa en estos hechos ha sido lamentable, con las debidas y conocidas excepciones. Los medios afectos, esforzándose como enanos por crear un relato lo menos desfavorable posible al Gobierno (ya saben, «principios de la propaganda»: si no puedes negar las malas noticias, inventa otras que las distraigan) y dificultando que los medios desafectos contaran la verdad. Y no sólo eso: tratando prácticamente de criminalizar («ultraderecha, ultraderecha, buuuuu») a quienes, a diferencia de otros carroñeros, fueron a ayudar de verdad en vez de ir allí a hacerse la foto. Lo de hacer bailar las cifras de muertos y desaparecidos en favor del Gobierno ya es para nota.

Para otra entrada dejo colgando la siguiente pregunta. La gota fría ha destrozado en un porcentaje muy elevado la otrora ubérrima huerta valenciana. ¿A quién beneficia esa destrucción?

Y sé una cosa, como colofón de esta serie. Necesitamos políticos que prevengan catástrofes de estas dimensiones (en lo que se puedan prevenir, que en este caso se pudo prevenir). Políticos que, en caso de no poder prevenirse las catástrofes, no se escondan, arrimen el hombro de verdad y ayuden a las víctimas. No esta chusma que, al parecer, lo único que sabe hacer es poner el cazo a fin de mes.

 

Sobre los Fets de València (II)

«El Estado autonómico ha funcionado»

Alberto Núñez Feijóo, La Gaceta, 9.11.2024

Decíamos, al acabar la entrada anterior, que había que hablar del nivel político. Tarea harto desagradable porque hemos de hablar de personas de poco o ningún nivel y en el que la decepción es la más común de las impresiones. Pero forman parte de la realidad y no tiene por qué gustarnos. Así, pues, vamos al lío.

En primer lugar, tenemos a la alcaldesa de Valencia, María José Català. No es que haya sonado mucho su nombre, pero se ha apresurado a decir dos cosas, hasta cierto punto contradictorias: primera, que «nadie avisó a la Corporación Municipal de lo que se les venía encima»; y segunda, que «no es momento de pedir responsabilidades políticas» y que «ya llegaría ese momento». Bueno, esperemos que no se despiste mucho, no sea que el momento pase y tenga que decir «ya es tarde» (como lo ha sido para los valencianos afectados). Eso sí: autocrítica cero.

Luego tenemos a Carlos Mazón, una de las estrellas rutilantes de este circo político montado sobre la desgracia de los valencianos. La impresión que me ha dado este hombre en las horas cruciales del desastre es de estar tan perdido como lo estuvo Ángel Acebes cuando le cayó encima lo del 11-M. Vamos, que le llovían hostias tortas como panes y no sabía desde dónde. Y luego, la de una persona superada por los acontecimientos a la que dejaron tirada. Naturalmente, los carroñeros «exigen su dimisión y se burlan recordando su pasado como candidato a Eurovisión. Eso sí, él se ha cuidado muy mucho de decir que dimitía. Primera lección aprendida: para dirigir los destinos de una colectividad, grande o pequeña, en los buenos tiempos vale casi cualquiera, mientras que en los malos tiempos valen sólo los que valen. Y nuevamente, autocrítica cero.

Mención especial, dentro del nivel autonómico, merece la Consellera de Justícia e Interior de la Che-neralitá, que atiende por Salomé Pradas. De las informaciones que corren, por lo visto esta senyora tuvo una actuación estelar. También y al igual que Mazón, no es que «los acontecimientos la superaran»: es que le pasaron por encima como un trolebús. Parece ser que era una de las encargadas de dar la alarma… pero no sabía cómo se apretaba el botón: si un pico, o manteniendo el dedo. O peor aún: que no tuviera noticia de la misma existencia del sistema de alarmas. Para rematarlo, cuando tuvo que dar explicaciones lo hizo con una soberbia y una falta de empatía hacia las víctimas que parecía socialista. Nadie duda hoy de que es una de las candidatas a saltar de la barca de la Che-neralitá… ya sea por motivo justificado… o por salvar la cara de un superior.

En otro escalón tenemos la actuación de los ministros de Defensa y de Interior. No me importaría que hubieran cambiado de acera si fueran buenos en lo suyo. Pero es que resulta que confunden interesadamente el «interés general» y el «bien común» con los del Gobierno, por lo que para mí ya no son buenos. Eso explicaría también por qué no se mandaron inmediatamente la UME, el Ejército y las FCSE. En el primer caso, para ayudar a los damnificados, una de sus tareas. En el segundo, la presencia de las FCSE probablemente hubiera reducido el pillaje. Sin embargo, Margaritasellamamiamor no permitió que los militares fueran a Valencia a ayudar, ni de uniforme ni de paisano… inmediatamente. Tardó casi una semana en enviarlos. Y en cuanto a Marlaska, parece ser que las órdenes que tenían los policías era impedir que los voluntarios ayudaran. Todo con un único propósito: que nadie hablara de lo que vio allí para que no nos diéramos cuenta de la magnitud de la tragedia, como en las peores dictaduras bananeras. Lo de rechazar la ayuda de fuera va en el paquete, como la de algún conseller catalán (Espadaler) que rechazó la ayuda que le ofrecieron para luchar contra los incendios porque… la ofrecía el Exèrcit Espanyol. En fin.

De la actuación de los dos «personajes principales» del circo, el clown listo y el tonto, mejor ni hablemos. Para Perro Sanxe, el listo, todo se resume en el cambio climático y poco más. Aplaudiendo a la exministra Ribera, como colofón de su apoyo a la Agenda 2030 y resentido porque Valencia, como en los mejores tiempos de Rita Barberá, cambió de color al azul. Se le ocurre aparecer por Paiporta… y los vecinos, conscientes de quién era el responsable último de su desgracia, le prepararon un recibimiento que tuvo que salir por piernas de allí. Y no paró de huir hasta llegar a la India, donde le aplaudieron poque no le conocían. No le valió haberse traído a los Reyes de escudo. Eso sí: mientras se hable de lo de Valencia, no se hablará de lo suyo con la Justicia ni de lo de su señora, que cada vez lo tiene más complicado pese al ruido mediático.

En cuanto a Núñez Feijóo (el clown tonto, el que recibe los tartazos y se cae de culo con las bofetadas)… bueno, ha quedado bien retratado en este video:

https://www.dailymotion.com/video/x98tvfe

Decir, con la desastrosa gestión de la catástrofe, que «El Estado autonómico ha funcionado perfectamente» y luego apuntarse el tanto de las «solidaridad de las comunidades del PP», le describe perfectamente. Habría que contestarle: «Bueno, pues si eso es lo mejor que puede funcionar el Estado autonómico, no queremos Estado autonómico».

Lo que me lleva a constatar otro detalle: todos los políticos se han escondido. Los que han dado la cara han sido las gentes sencillas: unos, en la zona, ayudando a los lugareños a limpiar el barro; otros, desde muy diversos puntos del país, enviando aquello que se pedía y necesitaba. Los políticos, casta o ya directamente chusma, han perdido la oportunidad (otra más) de demostrar que no viven en una puta burbuja y que comprenden el dolor de esas gentes sencillas. Por poner un ejemplo: durante las inundaciones en Sajonia de 2002, Gerhard Schröder era candidato a presidente y estaba de vacaciones. Las interrumpió y se arremangó la camisa. Eso le valió que las encuestas dieran un vuelco y accediera a la Bundeskanzlerie. ¿Ni siquiera por propio interés la chusma política es capaz de moverse? ¿Dónde estaba Santi Abascal, que parece querer derribar molinos (gobiernos) a tuitazos? De los otros ya no espero nada; pero de Abascal, que se postula como «verdadera oposición»… hombreeeee… esperaba algo más. Pudiendo haber mostrado sus bíceps al servicio de las gentes sencillas (doblar el espinazo para ayudar nunca ha hecho daño a nadie), ha quedado como Cagancho en Almagro… o Amurrio, ya puestos. La banderita a secas ya no cuela.

Actualización. Parece que Abascal sí estuvo… en un centro de envío de materiales en Arganda. Quede constancia para que los hooligans de su partido no se pasen diez pueblos tirándome cubos de mierda por haber escrito una inexactitud (a todos nos puede pasar). Constaté yo, de paso, que en las filas de VOX también hay orcos a los que les importa más «aplastar al enemigo» que las víctimas de un hecho luctuoso como el que estamos relatando. 

Sobre los «Fets de València» (I)

Como lo prometido es deuda, comentaremos en una serie de entradas la entrada anterior, que recoge un artículo de Luisa C. Perosán.

Vaya por delante nuestro pésame a las familias de los fallecidos y nuestra comprensión, cariño y apoyo a los que, sobreviviendo, lo han perdido todo: casa, vehículo (en no pocos casos una herramienta de trabajo), negocio (anegados por las aguas)… en fin, un verdadero desastre en todos los órdenes. Los damnificados (ya no los muertos, cuyas cifras bailan debido al coste indemnizatorio) se cuentan por centenares. Y aunque dice Luisa que «la mierda hay que quitarla después», a mí me gustaría hacer una pequeña lista, como ejercicio.

Antes de seguir la línea de razonamiento de Luisa quisiera que diéramos un salto… hasta 1957. En estos momentos gobernaba Franco, un señor malo malísimo que, según contaba su leyenda (negra) particular, «firmaba sentencias de muerte tomando café». Dejando aparte el hecho de que eso es mentira (desmontada por Pío Moa en su Galería de charlatanes), Franco fue un señor que vio un problema en esas riadas y encontró —y aplicó— una solución: había que construir presas y pantanos, bien para canalizar el agua, bien para reservarla en los tiempos de sequía. Y eso fue lo que hizo. Los perroflautas se burlaron siempre de esas obras públicas; sin embargo, yo siempre he dicho que los que no se reían de esas ingentes obras públicas eran los agricultores, a los que hoy hay que añadir a los valencianos de a pie. Y esos perroflautas que se burlaban, conforme a la frase consagrada, hoy ni están ni se les espera.

Nota a pie de página: mejor ni hablemos de comparar el volumen de obras públicas del franquismo con el posterior a 1975. Como se decía en aquellos tiempos, «¡ay de aquel ministro que el 18 de julio no tuviera nada que inaugurar!». Desde 1975, por tanto, se vivió de rentas.

Demos otro salto al 20 de octubre de 1982, luctuosa fecha en que se rompe la presa de Tous. Ya estamos en democracia; pero al parecer, se cumple el dicho de que «hay dinero para lo que lo hay y no lo hay para lo que no lo hay». Había dinero para el Mundial (en el que acabamos de comparsas) y no lo había para evitar una catástrofe. Quizá no se pudo prever lo que pasó (que el Júcar creciera muy por encima del caudal que la presa podía contener y se liberara así un caudal cifrado en 16.000 m3 por la zona); pero sí era previsible que el Gobierno, al tener forzosamente que pagar, dilatara los procedimientos hasta que 15 años después (1997) tuvo que ser nada menos que el TS el que le obligase a aflojar la mosca. Al igual que en el caso de la colza, la tardanza de la justicia supuso que algunos beneficiarios no llegaran a ver las indemnizaciones debido a su fallecimiento.

Ahora, si me permiten, enlazamos con Luisa. Estamos aún en lo que podríamos llamar fase de prevención. Y ahí, en mi opinión, encontramos a la primera culpable: la Conferencia Hidrográfica del Júcar. Parece que la experiencia de 1982 les pillaba lejos. Mientras tanto y, como denuncia Luisa, mucho comité, mucha reunión y —suponemos— muchas comidas de trabajo (en las que, como denunciaba Fraga, «ni se come ni se trabaja»). Creyeron que la combinación de acontecimientos inesperados que provocó la catástrofe de Tous (pérdida de corriente eléctrica debido a la intensa lluvia y fallo del grupo electrógeno de emergencia por inundación de la sala, que impidió a su vez abrir las compuertas) no se iba a repetir. Su principal preocupación era la remodelación de sus sedes. Del mantenimiento de las presas y/o limpieza de los cauces de la cuenca hidrográfica ya, si eso, hablamos otro día, porque además andamos escasos de dinero.

Sin embargo, se produjo otra serie de acontecimientos inesperados que dio al traste con esa previsión: fallan todos los sistemas de alarma. Los avisos llegan condenadamente tarde. Y, como dice Luisa, a las 18.48 del 29 de octubre, la CHJ manda un e-mail para minimizar daños (que se resumen en salvar la cara y limitar su responsabilidad); pero a esas horas, L’Horta Sud está ya con el agua al cuello.

Como responsable indirecta o en segundo término tenemos, pues, a Teresa Ribera, la Demolition Woman, que ha demostrado sobradamente que, más que administrar, lo que se le da bien es bailar. La (hoy) exministra Ribera se lanzó a una furibunda campaña de demolición de presas y pantanos con la excusa de que «los ríos deben fluir libremente y sin obstáculos» (con el atractivo añadido de que así «destruían la obra del dictador»). Seguramente eso se lo susurró un asesor ecolojeta al oído. Y otro asesor ecolojeta de ésos le susurraría también que «no se puede limpiar el lecho de los ríos», como si estuviéramos en un paraíso adánico que no se puede tocar, ni siquiera para proteger a los seres humanos que viven en él. Sea como fuere, Valencia quedó desprotegida frente a una posible catástrofe natural (pestosa humanidad, que todo lo destroza)… como la que ha ocurrido estos días. La señora Ribera siempre podrá decir que «se fue antes de que ocurriera lo que ocurrió» (con las europeas). Ahora quiere ser Comisaria europea… pero su candidatura presenta el lastre de tres querellas por inacción ante la gota fría. Veremos qué pasa.

A partir de aquí entramos en el nivel político de la cuestión. Para no hacer largo el cuento, lo tratamos en la entrada siguiente.

Hechos

Por cortesía de Luisa C. Perosán, valenciana residente en Valencia y, por tanto, perfectamente legitimada para hablar de la gota fría (no me da la gana de decir DANA, como los progres), cuelgo su último artículo sobre esta desgraciada circunstancia que ha padecido Valencia en estos últimos días. Original aquí (nos hemos permitido alguna corrección de estilo, que no desmerece ni desvirtúa la sustancia del artículo).

Mas allá del «Y tú más» al que tan acostumbrados nos tienen, lo que hay son hechos irrefutables, hechos que todo el mundo trata de acomodar en su beneficio, pero los hechos son estos:

Durante el martes día 29 de octubre en zonas del interior de Valencia cae un diluvio, que comienza a bajar rápidamente hacia su salida natural que es el mar.

Esto se sabe, pero la Confederación Hidrográfica del Júcar está «a por uvas»: comités y reuniones, todo menos vigilar adecuadamente. Tuvieron que abrir el embalse de Forata, y aun así parece ser que no vieron el peligro. Desatienden entre otras cosas, el barranco del Poyo. Cuando se dan cuenta y para intentar minimizar daños, mandan un e-mail a las 18:48. A esa hora, a L’Horta Sud le llega el agua al cuello.

Como en otras muchas cuestiones, un sistema elefantiásico, obeso e inoperante, lleno de sueldos Nescafé, se pasa la patata caliente y nadie quiere asumir responsabilidades. Se ponen de perfil amparándose en una maraña de normas y burocracia absurda.

A esas horas la gente estaba haciendo su vida con normalidad.

Sin embargo, cuando se dan cuenta de lo que se viene, muchos intentan desesperadamente salvar sus coches, lo que convierte en especial a los garajes en trampas mortales. Esto es así porque para muchísima gente el coche es vital; sin él no pueden trabajar y es seguramente una parte importante de su patrimonio. Esto, ecologistas criminales, os lo tenéis que grabar a fuego en vuestros podridos cerebros. La gente es arrastrada por la riada dentro o fuera de sus coches. El agua nos arrasa.

¿Y al día siguiente? El Armagedón.

Y entonces, después de que a todos nos pillara esa catástrofe por sorpresa, aún nos quedaba una sorpresa más: la omisión de auxilio.

Valencia hace lo que puede. A los bomberos y a la policía se unen miles y miles de voluntarios que acuden a pie, desde la ciudad hasta las localidades más cercanas, para ayudar. De entre estos voluntarios muchos son jóvenes, ésos de los que el gilipollas relamido de Pérez-Reverte decía que «eran unos pusilánimes». Los chicos de Revuelta son capaces de organizarse y enviar más de mil toneladas de ayuda. De toda España comienza a llegar gente con máquinas y tractores para ayudar.

Muchos policías y militares acuden sin uniforme porque no pueden hacerlo de forma oficial. Esto deja en muy mal lugar a papá Estado.

¿Y el Ejército? Buena pregunta. El Ejército esperaba la orden; una orden que no llegaba porque, según el presidente del gobierno, «no se había pedido ayuda». El Ejército y la UME, dependientes del Ministerio de Defensa y del de Interior respectivamente, llegaron seis días después. Los que llegaron antes fueron las «autoridades», recibidas por un pueblo al que habían abandonado y al que, además, impedían con su parafernalia continuar con los trabajos de limpieza. Todos fuimos testigos de lo que ocurrió.

Esto lo vio toda España. Es por eso, y sólo por eso, que el lunes empezaron a llegar militares y la UME.

De no haber ocurrido, y controlando los medios como los controlan, Valencia se hubiera podrido bajo el barro hasta que el PSOE hubiera conseguido el gobierno autonómico. Aun así, Sánchez no da puntada sin hilo y vuelve a poner a la oposición entre la espada y la pared, condicionando las ayudas económicas a la aprobación de unos Presupuestos que le aseguren la poltrona.

¿Qué hará la oposición? Pues eso está por verse; pero es evidente que Sánchez miente como un bellaco una vez más.

De esa partida de dinero no va a llegar apenas nada a los afectados. Si algo llega, será como esas ayudas que pagaban las Mutuas aseguradoras durante la pandemia, y que muchos, muchísimos autónomos han tenido que devolver. O como en La Palma, donde aún están esperando. Me imagino esos despachos donde se fraguan ya el destino de esas ayudas, que, como siempre, acabarán en manos de cuatro sinvergüenzas.

Aprobar esos Presupuestos sólo garantiza una cosa: asegurar el poder a una panda de corruptos.

Por otra parte, parece ser que todavía no se es consciente de la magnitud de la catástrofe. A los daños personales hay que añadir los económicos, ya que gran parte del motor económico de Valencia estaba situado en esa zona. Esto se verá claramente en unas semanas.

Y, como las desgracias nunca vienen solas, en muchos lugares, como en el barrio Orba de Alfafar, hay robos, saqueo y okupaciones por parte de los de siempre.

Otros con los que hay que tener cuidado son las ONGs y la Cruz Roja, que sólo han aparecido para «pedir perras» y mangonear una semana después.

¿Y qué decir de las pútridas televisiones, desinformando, lanzando bulos continuamente, intentando por todos los medios «crear el relato»?

Estamos mal, pero si se sigue «el juego de tronos» vamos a estar aún peor.

Ahora es momento de quitar el barro, pero la mierda hay que limpiarla después.

En la siguiente entrada comentaremos nuestras impresiones.

Breves observaciones sobre X

Como llevo casi un año sin escribir nada, me decido hoy a comentar unas impresiones sobre X (antes Twitter), una red insocial que estoy valorando abandonar, sobre todo desde que me he dado cuenta de la enorme cantidad de tiempo que me roba. Desde hace ya bastante tiempo, me llama la atención el gran número de personas que confunden X con la realidad. Me he encontrado con gente que me ha mandado a tomar… viento al intentar hacerles ver que pierden el tiempo discutiendo con gente a la que nunca van a convencer (signo claro y evidente de adicción).

No menos aquellas otras que, como ven que la realidad no coincide con su visión de las cosas, se dedican a promover esa visión berreando a más y a mejor y peleándose con quienes no están de acuerdo con esa visión, buscando la bronca: particularmente, en España, los indepens, que ya me dan pena, porque resulta que de ese momio viven bien quatre gats y el resto de ellos, aunque aspire a vivir como ésos de arriba, nunca será otra cosa que número. Y en cuanto a la población, una mera comprobación física da como resultado que la gente empieza a hartarse de ellos porque, a fin de cuentas, la situación no cambia y perciben (correctamente) que les están metiendo la mano en el bolsillo y robándoles a manos llenas. Que sea una causa que nunca vaya a cumplirse es lo de menos.

Quedan los que creen que por mostrar su disconformidad con una situación en X «el mundo va a cambiar con su sola palabra». Son los de los dos minutos de odio orwellianos. Uno los ve desgañitándose contra el presidente, ministro o político que les desagrada… y no pasa nada. Y todos contentos: el político, porque recibe feedback aunque sea malo (es decir, le hacen casito y hablan de él aunque sea mal) y el usuario porque, aunque ha soltado un exabrupto, no le va a caer ninguna demanda ni la policía va a llamar a su puerta a las 2 de la mañana.

Aunque muchos parecen no haberse dado cuenta aún, el poder taumatúrgico de la palabra es nulo en X, a no ser para que la censura (sí: «viva la libertad de expresión… más para unos que para otros», que hubiera dicho Orwell) tuitera te persiga, te suspenda la cuenta por una semana o te la tumbe si creen que la infracción de sus reglas es lo bastante grave.

Descartemos a los contratados vía astroturfing, que también los hay y que son de la familia de Upton Sinclair («Es difícil lograr que un hombre entienda algo cuando su salario depende de que no lo entienda») y con los que es inútil hablar de la razón por la que fueron contratados.

Salir de todo esto debe ser como salir de Matrix, supongo. Y muchos, al parecer, no quieren. Y sí, puede que tengan razón: «Si tanto lo criticas, ¿qué haces tú ahí?». Cada vez estoy más convencido de que X, desde el punto de vista del usuario, no sirve para nada. O para perder el tiempo. O, tal vez, para sustituir relaciones de personas de carne y hueso por relaciones virtuales. Se rompen matrimonios y familias y se sustituyen… ¿por? Y no pasemos por alto el hecho de que cada vez más la mentira y la doblez planean por las relaciones personales y sociales (con el obvio correlato de la desconfianza). Pero esto es consecuencia de una sociedad líquida, donde al parecer hasta el tiempo del que se dispone en este mundo importa poco o nada.

Debería hacernos pensar el hecho de que todo un país esté sumido en el hechizo y la ensoñación virtual. Que España, tradicionalmente, haya tenido un mal despertar de estos ensalmos debería enseñarnos algo.

Día 28

De la

De la peripecia de la propia Zaida Cantera, ahora flamante exdiputada de la pesoe que respira por la herida, mejor ni hablamos.

Pensamientos al vuelo

Ideas, intuiciones y otras cosas que se me pasan por la cabeza

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Las cuatro esquinas del mundo

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Pensamientos diversos a vista de pájaro

Cuatro amiguetes y unas jarras

Ya que no podemos arreglar el mundo, hablaremos de lo que nos interesa: la política y los políticos, el fútbol, el cine, y todo lo que nos molesta, acompañados por unas jarras de cerveza. Bien fresquitas, por supuesto

General Dávila

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El Patito se vió reflejado en el agua, y la imagen que ésta le devolvía le cautivó por su hermosura: era un magnífico Cisne

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